14.12.07

3 – Esperando

Siempre se le dieron las cosas rápido, ella tenía ese destino.
Pocas veces esperaba mucho, como hace uno, las diferentes cosas y momentos que uno tiene que padecer. Porque esperar es padecer. Hasta para nacer hay que esperar, y encima la vida le echa a uno filas y filas en todo, que para cobrar su salario, que a la novia en el casamiento, que a los hijos que ya crezcan, que la muerte... Pero a ella, hasta lo malo le llegaba rápido.
Linda como era no le faltaron candidatos para noviar. En eso aún menos espero, porque apenas se hizo mujer y su cuerpo se mostró, así negligente como quién no se da cuenta de su belleza, ya los changos la buscaban para enamorarse y los viejos para pedirla en matrimonio. Y claro, los padres sin esperar, le indicaron que debía irse con ese hombre adulto. Y sin tener tiempo de saber como iba a ser la cosa, se dio cuenta que iba a ser madre. Ni en eso esperó.
Con esa historia uno no sabe como Esilda era tan paciente. Era de esperanzada!!!!
Pero bueno, como le digo, hablando de esperanza, ella pensó que el marido le iba a traer beneficio y fue aplicada ama de casa, siempre atenta al marido y a los hijos. Pero como le traía algún pequeño dinero, así le traía golpiza a cada rato, sin demora, sin excusa. Ni los hijos varones aportados por su esfuerzo por parirlos como sea en el arenal, le traían descanso y protección. Pero ella misma no demoró en responder, Le quitaron un dedo y casi mata a ese marido. Ahí nomás tuvo otro, y éste se aplicó, al verla tan fuerte, en querer domarla, sin que se le ocurriera otra cosa que quitarle otro dedo. Ella respondió con un cuchillo en la garganta, que no se manchó de sangre, no mas que por el grito de los niños.
Así sin esperar, ya se vio sola y con varios changos por criar. Ya la vida no le hacía esperar ningún desaliento.
Incluida casa que el medanal invasor le fue quitando de a poco. Por eso recayó lejos de sus antiguos vecinos, en una casa del Instituto de la Vivienda. No era que esa casa no fuera beneficio, pero le faltaba patio para criar pollos y campo para la huerta.
Y fue la arena y el desierto el que tuvo que esperar siempre, porque ella persistía en el antiguo sembrado de la casa vieja y ya desaparecida bajo la arena. En ese sembrado había vida fresca y siempre naciendo, siempre había alguna hortaliza, siempre ella regando para que todos sepan que nada es infértil del todo. Siempre estaba allí. Tanta vida dándose, que su corazón era apuradito para el trote y la agitaba. Ya se veía como caballo desbocado, pero se sentaba con su mate, sus yuyos y su pan recién hecho, lo compartía con todos y de a poco, el latido se escondía detrás de su risa.
Ni esperaba, ni se hacía esperar. La reunión del grupo “Las Palomas”, su antiguo barrio la tenía primerita y con el mate ya cebado. Si se ponían gritones, resolvía todo con unos chistes. Si se ponían lentos, los apuraba aportando soluciones y animándolos a decidir. Ella estaba siempre, preparada y tranquila, tal cuál la vida se le fue ofreciendo sin hacerle amagues ni para lo bueno ni para lo malo.
Será por eso, señora, señor, que cuando tuvo que esperar a la seis de la mañana la combi para ir a la ciudad, a hacerse atender del corazón, en medio del frió, de la aridez de los corazones que no se preocupan en como vive la gente de los cerros, que no hacen por mejorar la salud, ni atender una denuncia cuando a las mujeres les pegan como a bestias, que se la pasan aportando y sembrando, para que el beneficio se la lleven un par de pícaros. En medio de esa espera infeliz pego un suspiro. Suspiro, medio en bronca, medio impaciente, medio cayéndose en el banco de la plaza.
Por eso, no quiso esperar seguir soñando y en un suspiro lleno de frío se fue.
La Esilda se fue, no iba a esperar para ir a mejor vida.
La Esilda no esperó.

12.12.07

2 – Volando

Tanto aire no te deja respirar. Sentís que te morís. Yo buscaba refrescarme un poco te juro. Todo lo que me dejaba en un rincón oscuro, todo lo que me empujaba a sentirme sola, todo lo que me ahogaba, todo era un grito desesperado por salir, por encontrar una ventana y respirar.
Aunque ese día tenía futuro. Sentía que no podía haber obstáculos tan fuertes que me limitaran. Algo había cambiado. Como pocas veces supe que música quería escuchar. El departamento y mi desafinada voz se llenaron de sonidos liberadores. Encontré la armonía precisa en que los muebles dispusieran mi confort. Ni ropas, ni sabanas, cortinas o servilletas mostraban vestigio de abandono, ahora brillaban ya listas para recibir nuevos despojos del tiempo..
Cuando ya todo estuvo en orden, me sentí felizmente cansado y miré mi querido nido de 9° piso “D”, con serena placidez. La misma placidez del día que atraía desde el balcón.
Miré desde la altura, el sembrado de casas bajas, de techos olvidados y patios secretos invadidos por mi curiosidad. Vi las calles morir a lo lejos contra el cerro. Debatía como haría la ciudad para crecer más allá de ese obstáculo de piedra y arbusto.
Abajo, autos y camionetas esperaban, en el estacionamiento, a sus dueños y cargas la huída del sábado. Esas camionetas sí podían huir a cualquier lado. Es mejor cuando vas en la caja y sentís el aire, aunque te digan que es peligroso.
Es mejor sentir el aire.
Ya lo sentía. Lo sentía en mi. Me apretaba el cuerpo, extendía mis brazos, dibujaba mis peinados y me hacía callar. El departamento en orden y mis problemas resueltos. Todo el futuro estaba en vuelo, en mi vuelo.
Nada me detuvo. Mi voluntad poderosa, nueva y sin límite me empujaron y cedí con una sonrisa ingenua.
El aire te corta, te duele, te deja sin respiración. Así él ya no me querrá más. Si me ve magullada, con el pelo desordenado, el cuerpo abierto y mis brazos como alas rotas. Ni siquiera le di tiempo de probar, quizás lo hubiéramos logrado, quizás tenia soluciones o palabras curativas. Que dirán mis amigas si falto esta noche a la fiesta, pensarán que ya no las quiero. A mis padres les dolerá en el cuerpo creer que hicieron algo mal.
Pero ya está. Soy una carga en la camioneta y espero que arranque, porque todo duele, mas que en el alma como era antes. Tanto aire y tanto vuelo descontrolado, tanta voluntad sin límite se pierde con mi sangre en esta caja sin destino.