14.11.08

la desocupación

Estar desocupado.
Una montaña de temores en la espalda. Andar con el ruego peleando con la dignidad. La bronca y el gesto amable luchando por expresar una caótica parálisis en medio de una creciente necesidad de movilizar esfuerzos, voluntad e inteligencia para salir.
Una revisión al pasado, las malas decisiones o quizás también las buenas, porque ya no se sabe como fue el proceso que derivó en ésto, digo... sin trabajo.
Estar desocupado ocupa demasiado el tiempo, no da respiro, cansa mas que trabajar 12 horas en una fábrica, 6 en una oficina pública o andar la calle vendiendo. Porque cuando una importante cantidad de CVs han sido dados, varias promesas han sido escuchadas y cientos de ideas lanzadas, la frustración carga en los hombros los sueños rotos, los deseos imcumplidos y al tremenda sensación de decepcionar a todos los afectos.
El desocupado se levanta temprano, prepara sus armas, sacude los temores y camina, escribe, habla, propone, se arrodilla, ruega, lo que sea necesario y añora cada trabajo anterior, rememora las tareas y las idealiza, olvida los jefes, los malos compañeros, las carencias y solo quiere volver a la hermosa rutina de trabajar, trabajar, trabajar, con el cuerpo exigido a cumplir horario, a atender situaciones intra y extra laborales, gastarse de mas y actuar de menos incluso. Se extraña hasta las ganas de cambiar de trabajo.
Cuando estas desocupado, la ilusión y la tristeza son hermanas.